El lobo que llevamos dentro.

 

 
San Francisco de Assis llegó un día al pueblo de Gubbio, en Italia, y la gente salió a su encuentro para decirle que estaban organizando un grupo de gente para ir en busca de un lobo feroz que estaba aterrorizando al pueblo y querían matarlo. Francisco les pidió que se lo dejaran a él, y se fue en busca del lobo. Al encontrarlo, habló con él, y le dijo que fuera bueno, que no podía vivir aterrorizando a la gente y comiéndose a las gallinas, que eran sus hermanas y debía amarlas también. El lobo se sintió avergonzado. Sus ojos entristecidos le dijeron a Francisco que él no quería hacer daño, pero que estaba en su naturaleza de lobo esa ferocidad y que necesitaba alimentarse. Entonces Francisco, movido por la compasión, tomó al lobito entre sus brazos, acariciando su cabeza, y toda la ferocidad del lobo se desvaneció y se le quitó el deseo de comer gallinas. Francisco regresó al pueblo feliz con su hermano lobo y se lo dejó a la gente del pueblo para que lo cuidaran. Se convirtió en la mascota preferida de todos y el amigo inseparable de los niños, y nunca más le faltó el alimento. Sus restos descansan hoy en la Iglesia de “San Francisco de la Paz”, en Gubbio, Italia. 
 
Paz, esa es la cualidad que más nos hace falta y que va a acabar con esta guerra interior. Ese lobito somos nosotros, y la ferocidad del lobo es la ferocidad de nuestro carácter, que es arrogancia, orgullo, frialdad, dureza, soberbia, altanería, desprecio, enojo, irritación, intolerancia, todo lo cual nos vuelve violentos, agresivos y nos hace “morder” la mano de quién nos ama. Así es como muchas veces nos hemos hecho daño, incluso a las personas que más amamos. San Francisco representa a nuestro Dios Interior, que también llamamos el Alma, el Cristo Interno, la Chispa Divina, y que es la Sabiduría Amorosa que nos permite identificar la ferocidad y acabar con ella. Somos nosotros los que debemos amansarnos, y nos podemos permitir que esas cualidades destructivas de nuestra personalidad se instalen, diciendo que “así es como somos y no podemos hacer nada para cambiarlo”. ¡Sí podemos, y lo vamos a hacer! 
 
Amansemos nuestro carácter con determinación, manteniéndonos supremamente alertas, atentos, despiertos, observando cada pensamiento, sentimiento, palabra y acción. ¡Puede hacerse!  ¡Todos los Maestros de Sabiduría lo hicieron en el pasado y nosotros lo haremos ahora!  Tenemos esa maravillosa oportunidad. 
 
Esta afirmación puede ayudarte a mantener el estado de alerta, para que tu lobito interior permanezca en paz. Es como tener un bozal permanente en la boca del lobo: “Yo Soy humilde de corazón. Yo Soy manso de carácter. Yo Soy sensible al dolor de toda vida en todas partes”. Memoriza esta afirmación y repítela como un mantram todas las veces que lo necesites. Vas a ver que el resultado es extraordinario.