Vivir cada momento con conciencia.

 

Cualquier cosa que hagas, realízala con profunda conciencia; así, incluso las cosas pequeñas se tornan sagradas.

Entonces, limpiar o cocinar se vuelven cosas sagradas; se hace culto de ellas.

La cuestión no es la actividad que estás realizando, sino cómo la es tás haciendo.

 Puedes limpiar el piso como si fueras un robot, un objeto mecánico. Tienes que limpiarlo, entonces lo haces.

Pero así te pierdes algo hermoso, y malgastas esos momentos sólo en limpiar el piso.

Lim­piar el piso podría haber sido una gran experiencia, y la has dejado pasar.

El piso está limpio, pero algo que podría haber sucedido dentro de ti no se produjo.

Si hubieras estado consciente, la purificación no hubiera afectado sólo al piso, sino también a ti mismo.

Limpia el piso pleno de conciencia, iluminado de conciencia.

Trabaja, o siénta te, o camina, pero hay algo que debe ser el hilo conductor, con cierta continuidad:

ilumina de conciencia cada vez más momentos de tu vida.

Deja que la vela de la conciencia se encienda en cada momento, en cada acto.

La iluminación no es sino el efecto acu­mulativo.

El efecto acumulativo (todos los momentos juntos, pequeñas velas juntas) da por resultado una gran fuente de luz.