La envidia

 

La envidia es tan antigua como el género humano. Caín mató a su hermano Abel por envidia, porque Dios aceptó la ofrenda de Abel y no la suya. (Génesis 4, 2-10). A José sus hermanos lo vendieron por envidia, porque su padre lo prefería, (Génesis 37). A Jesús lo mataron por envidia. (Mateo 27,18).

Es tan común, que la mayoría de la gente la padece en algún grado. Inclusive queda inmortalizada en la tradición popular con el dicho: "si la envidia fuera flor, mi barrio sería un jardín".

 

La envidia es la incapacidad de alegrarse con el éxito o triunfo del prójimo. Hace mirar el éxito ajeno como fracaso propio. Es la sombra de la admiración; cuando alguien siente que otro merece admiración, y se niega hacerlo, se transforma en envidioso. El envidioso tiene los sentimientos invertidos, exactamente opuestos a la voluntad de Dios, se entristece con el bien, los éxitos y triunfos del otro y se alegra con sus fracasos.

 

Dicen que un pequeño caracol envidiaba la coraza de un gran langostino. ¡Qué hermosa casa! ¡Qué palacio! ¡Cómo me gustaría vivir allí! ¡Cómo me admirarían mis amigos viéndome en una casa así!

 

Un día observó que el langostino abandonó su coraza, porque le crecía una nueva. El caracolito, lleno de ambición, se dijo: ahora se cumplió mi sueño, y alardeaba ante sus amigos, porque de ahora en más viviría en un magnífico palacio. Se quitó su pequeña coraza y orgullosamente ingresó a su nueva mansión. Una vez adentro, se inflaba y soplaba, pero a pesar de todos sus esfuerzos por agrandarse, él era demasiado pequeño para una coraza tan grande. Al final se sintió muy cansado de tanto esfuerzo, agotado y muy solo. Esa misma noche murió de frío, porque el magnífico palacio era demasiado grande y frío para él.

 

Esto le sucedió al pequeño caracolito por envidioso, su propia coraza que tenía por naturaleza era suficiente para él, Dios le había hecho a medida, para que lo proteja y mantenga la temperatura de su cuerpito. ¿Qué es mejor? ¿Ser un pequeño caracol en su cómoda y tibia casita o ser un pequeño caracol en una gran coraza-mansión y morir de frío y soledad?

 

La envidia corroe los huesos, es decir, afecta lo más profundo de nuestro ser: "Un corazón apacible es la vida del cuerpo, pero la envidia corroe los huesos" (Proverbios 14:30).

 

¡Que Dios que nos sane de la envidia para alegrarnos del bien ajeno y vivir felices con lo que tenemos!

 

Jesus Ramirez Juarez