El camino ( Extracto del Libro " La rueda del tiempo")

 

El camino del guerrero

 

Enfadarse con la gente significa que uno considera que los actos de los demás son importantes.

Es imperativo dejar de sentir de esa manera. Los actos de los hombres no pueden ser lo suficientemente importantes como

para contrarrestar nuestra única alternativa viable: nuestro encuentro inmutable con el infinito.

 

Cualquier cosa es un camino entre un millón de caminos. Por tanto, un guerrero siempre debe tener presente

que un camino es sólo un camino; si siente que no debería seguirlo, no debe permanecer en él bajo ninguna

circunstancia. Su decisión de mantenerse en ese camino o de abandonarlo debe estar libre de miedo o ambición.

Debe obser var cada camino de cerca y de manera deliberada. Y hay una pregunta que un guerrero tiene que

hacerse, obligatoriamente:

¿Tiene corazón este camino?

 

Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Sin embargo, un camino sin corazón nunca es

agradable. En cambio, un camino con corazón resulta sencillo: a un guerrero no le cuesta tomarle gusto; el viaje

se hace gozoso; mientras un hombre lo sigue, es uno con él.

 

Existe un mundo de felicidad donde no hay diferencia entre las cosas porque en él no hay nadie que pregunte

por las diferencias. Pero ése no es el mundo de los hombres. Algunos hombres tienen la arrogancia de creer que

viven en dos mundos, pero eso es pura arrogancia. Hay un único mundo para nosotros. Somos hombres, y

debemos transitar con alegría el mundo de los hombres.

 

Un guerrero sabe que es sólo un hombre. Su único pesar es que su vida es tan corta que no le permite asir

todas las cosas que quisiera. Pero, para él, eso no es un problema; es sólo una lástima.

 

Sentirse importante lo hace a uno pesado, torpe y banal. Para ser un guerrero se necesita ser liviano y fluido.

 

Cuando los seres humanos se ven como campos de energía, parecen fibras de luz, como telarañas blancas,

con hebras muy finas que circulan desde la cabeza hasta la punta de los pies. De ese modo, ante el ojo del

vidente, un hombre aparece como un huevo de fibras que circulan. Y sus brazos y piernas son como cerdas

luminosas que brotan en todas direcciones.

El vidente ve que cada hombre está en contacto con todo lo que le rodea, pero no a través de sus manos, sino

mediante un montón de largas fibras que brotan en todas direcciones desde el centro de su abdomen. Esas fibras

unen al hombre con lo que le rodea; conservan su equilibrio; le dan estabilidad.

 

Cuando un guerrero aprende a ver, ve que un hombre, ya sea mendigo o rey, es un huevo luminoso, y no hay

manera de cambiar nada; o mejor dicho, ¿qué podría cambiarse en ese huevo luminoso? ¿Qué?

 

Un guerrero nunca se preocupa de su miedo. En vez de eso, ¡piensa en las maravillas de ver el flujo de la

energía! El resto son adornos, adornos sin importancia.

 

Cuando un hombre no se preocupa por ver, las cosas le parecen más o menos lo mismo cada vez que mira el

mundo. En cambio, cuando aprende a ver, ninguna cosa es igual cada vez que la ve, y sin embargo es la misma.

 

Para el ojo de un vidente, un hombre es como un huevo. Cada vez que ve a un mismo hombre, ve un huevo

luminoso, pero no es el mismo huevo luminoso.

 

El modo más eficaz de vivir es vivir como un guerrero. Puede que un guerrero piense y se preocupe antes de

tomar una decisión, pero una vez que la ha tomado, prosigue su camino libre de preocupaciones o pensamientos;

todavía habrá un mi llón de decisiones esperándolo. Ése es el camino del guerrero.

 

Un guerrero elige un camino con corazón, cualquier camino con corazón, y lo sigue, y luego se regocija y ríe.

Sabe, porque ve, que su vida se acabará demasiado pronto. Sabe, porque ve, que nada es más importante que lo

demás.

 

No hay vacío en la vida de un guerrero. Todo está lleno a rebosar. Todo está lleno a rebosar y todo es igual.

 

El hombre corriente se preocupa demasiado por querer a otros o por ser querido por los de más. Un guerrero

quiere; eso es todo. Quiere lo que se le antoja o a quien se le antoja, sin más, por que sí.

 

Un guerrero acepta la responsabilidad de sus actos, hasta del más trivial de sus actos. El hombre corriente

actúa según sus pensamientos y nunca asume la responsabilidad por lo que hace.

 

El hombre corriente es o un ganador o un perdedor y, dependiendo de ello, se convierte en perseguidor o en

víctima. Estas dos condiciones prevalecen mientras uno no ve. Ver disipa la ilusión de la victoria, la derrota o el

sufrimiento.

Un guerrero sabe que espera y sabe lo que espera; y mientras espera no desea nada, y así cualquier cosa que

recibe, por pequeña que sea, es más de lo que puede tomar. Si necesita comer, encuentra el modo porque no

tiene hambre; si algo lastima su cuerpo, encuentra el modo de pararlo porque no tiene dolor. Tener hambre o tener

dolor significa que el hombre no es un guerrero, y las fuerzas de su hambre y de su dolor lo destruirán.

 

Negarse a sí mismo es una entrega. Entregarse a la negación es, con mucho, la peor de las entregas; nos

fuerza a creer que estamos haciendo algo valioso, cuando de hecho sólo estamos fijos dentro de nosotros

mismos.

 

El intento no es un pensamiento, ni un objeto, ni un deseo. El intento es lo que puede hacer triunfar a un hombre

cuando sus pensamientos le dicen que está derrotado. Actúa aun a pesar de que el guerrero se haya entregado.

 

Cuando un hombre se embarca en el camino del guerrero, poco a poco se va dando cuenta de que la vida

ordinaria ha quedado atrás para siempre. Los medios del mundo ordinario ya no le sir ven de sostén y debe

adoptar un nuevo modo de vida para sobrevivir.

 

Citas estraídas del Libro "La rueda del tiempo" (Carlos Castaneda)