Del intelecto a la inteligencia

 

 
DEL INTELECTO A LA INTELIGENCIA
 
 
 
La mayoría de seres humanos se dejan guiar por sus impulsos. Esto, en sí, no es malo; pero al obedecer así a las fuerzas instintivas, se comportan como animales. Ahora bien, si en el transcurso de la evolución el hombre se ha convertido en un ser dotado de pensamiento y razón, no es para que continúe viviendo, en cuanto a su comportamiento en la región de los animales. 
Diréis: "Pero, ¿No hay momentos en los que uno puede abandonarse a ciertos impulsos?" Sí, claro y vamos a ver en que circunstancias.
 
En su origen, el hombre era un espíritu puro creado a imagen y semejanza de Dios y vivía en el seno del Eterno; pero todo lo que había vivido, en la paz, y en la bienaventuranza y en la luz, quedó olvidado y practicamente enterrado en el transcurso de su descenso a la materia. Sin embargo aquella experiencia quedó inscrita en esta región que los Iniciados llaman supraconciencia, que en la región del futuro y del pasado lejano, pero mucho más lejano aún que el pasado que tenemos en común con los animales: el pasado de nuestra vida en el Paraíso.
 
Para que este mundo sublime pueda aflorar a la superficie y expresarse, el hombre tiene que dejarse llevar por ciertos impulsos; pero evidentemente, un trabajo previo de  organización y de purificación interna para abrir algunos caminos hasta esta región; solo entonces se desencadenan corrientes divinas de pura luz, de pura música, de pura inspiración.....tpodrá abandonarse libremente a estas corrientes.
 
Esto es lo que hacen los grandes genios, los grandes creadores:pintores, poetas, músicos....se abandonan  a las fuerzas superiores, de las que se dejan impregnar. Pero antes, naturalmente han trabajado, se han ejercitado para que las corrientes de lo alto puedan pasar a través suyo.
 
En el estado actual de vuestro desarrollo, es preferible que no os abandonéis a vuestros impulsos, sino que los controléis, que los dominéis gracias al trabajo del intelecto. Porque esta es la verdadera función del intelecto: controlar, dominar ciertos impulsos instintivos que quizás eran buenos en el pasado, pero que hoy son malos. Para ejercer cualquier oficio os piden que lo dominéis; no se confían máquinas y aparatos a alguien que es incapaz de controlarlos.
 
¿Por qué pues, no sucedería lo mismo en todo lo referente a vuestro fuero interno?
Debéis acostumbraros a reflexionar, a analizar los móviles de vuestros actos a fin de seleccionar y quedaros solamente con aquello que es útil y benéfico para nosotros mismos y  para los demás. En esto consiste el trabajo del intelecto, y una vez hecho este trabajo, podréis permitir que se manifiesten estas fuerzas que os desbordan, convirtiéndoos en conductores del Cielo, en expresiones de la Divinidad.
 
El intelecto siempre tendrá que hacer este trabajo de organización, de clasificación, de armonización para que el hombre pueda ser utilizado por las corrientes divinas.
 
Está claro que de momento, al intelecto no se le considera así. Desde que se han dado cuenta que gracias a su poder pueden explorar la materia, y por tanto actuar sobre ella , los seres humanos cultivan este poder como si no hubiese nada superior a él, y como consecuencia hay en el mundo gente muy instruida, muy dotada intelectualmente. 
 
Pero la cuestión que ahora se plantea es saber por qué, a pesar de todas estas adquisiciones y conocimientos, los seres humanos no han mejorado. Sino que, por el contrario, cada vez hay más delincuentes, malhechores y enfermos mentales. Por todas partes se cultiva el odio, la maldad, la agresividad y la violencia. Y por todas partes hay cada vez más desórdenes, revoluciones y guerras. Así que no podemos dejar de plantearnos la cuestión:¿Cómo es que el intelecto es impotente ante estas manifestaciones e incluso las favorece?
 
Vemos a muchos hombres extremadamente instruidos en todos los campos, pero que continúan viviendo de manera tan desordenada, deshonesta y criminal como los ignorantes, e incluso peor que ellos, porque su saber les da más posibilidades de triunfar en lo que emprenden. Un punto esencial se les ha escapado: al desarrollar enormemente el intelecto o la capacidad de conocer, no han experimentado la necesidad de cultivar al mismo tiempo una facultad capaz de vivificar su saber. Y ahora el mundo entero está atrapado en este engranaje incluso los espiritualistas; se han intelectualizado tanto que ya no tienen una verdadera vida espiritual; no irradian, y son incapaces de despertar el lado divino en los demás. Son fríos y están petrificados porque ésta es la naturaleza del intelecto; es frío, no está vivo ni animado.
 
La instrucción es algo positivo, pero no puede salvar al mundo, sino todo lo contrario, porque cuando más se empuja a los humanos en este dirección, más utilizan sus conocimientos para dominar a los demás, para esclavizarlos, para imponerse. Mirad cómo se comporta toda esta gente capaz e instruida. 
 
Diréis: "¡Oh!, es porque tienen una naturaleza mala". 
 
No, toda la culpa es de la instrucción que han recibido, o más bien, de su errónea orientación, porque ésta refuerza, precisamente su naturaleza inferior. Sí, todo lo que se enseña a los hombres puede ser utilizado por éstos como material o como instrumento al servicio de su naturaleza inferior; no se les da conocimiento alguno que les permita trabajar sobre esta naturaleza inferior para dominarla. Se les suministran armas sin proporcionarles el ideal necesario para mejorarse, y así, evidentemente, se sirven de ellas para satisfacer sus apetitos más groseros.
 
Es extraordinario ver cómo actúa la instrucción sobre la mayoría de seres humanos: se consideran seres superiores y se vuelven orgullosos, altaneros, ambiciosos, fríos. Pues bien, esto es muy negativo. Aunque conozcáis todas la ciencias de la tierra, debéis mostraros sencillos, cálidos, acogedores.
 
 
¿Cómo no ver que el excesivo desarrollo del intelecto traerá la ruina a la humanidad? 
 
Conozco la historia de la especie humana, y sé que varias humanidades desaparecieron de la tierra porque habían tomado el mismo camino que hoy seguimos nosotros: demasiadas facultades intelectuales, demasiados conocimientos, y demasiada falta de cualidades espirituales. Por eso no pudieron subsistir. Un saber que no es vivicado por el espíritu sólo puede llevar a la destrucción.
 
A lo largo de mi vida he conocido personas muy dotadas. Me admiraba verdaderamente viendo lo que eran capaces de hacer, pero nada les parecía más importante que cultivar su talento y, en mi opinión, en eso se limitaban. Tener talento está muy bien, pero no hay que quedarse ahí.
 
Podemos clasificar a los humanos en seis categorías:
El Bruto, próximo al animal. 
El hombre corriente. 
El hombre de talento. 
El genio. 
El Santo. 
y finalmente el Maestro, el Iniciado que se acerca a los grados angélicos. 
El hombre de genio está muy por encima del hombre de talento, sí, pero el santo es superior al genio porque posee la pureza y el amor,l o que no siempre ocurre con los genios. ¿Y un Maestro? El santo es puro, vive en el amor celestial, pero no posee necesariamente el saber y el poder, mientras que un Maestro ya es un santo, pero ha desarrollado también el saber y los poderes.
 
Desarrollar el talento no basta, porque corresponde al nivel de la personalidad, hasta se puede decir que para la mayoría de los seres humanos los dones intelectuales y artísticos sólo son una ocasión para alimentar a la personalidad. Hay que ir más lejos y desarrollar las cualidades que hagan de vosotros un genio, un santo, un Iniciado. Tener talento no debe ser, pues vuestro ideal. Vuestro ideal debe ser el más elevado: llegar a ser como el Sol, hacer brotar la vida, despertar, inspirar y fertilizar a las criaturas como el Sol.....
 
La desgracia de los seres humanos es que al cultivar su intelecto, cortan su relación con el mundo superior, y esta ruptura hace que sean presa de las fuerzas oscuras del subconsciente, del que reciben sin cesar impulsos nocivos. Porque el subconciente es este mundo animal en el que han vivido los seres humanos durante millones de años, devorandose y exterminándose entre si. Ahora hay que salir de esta región de la subconciencia. E incluso hay que salir de la región de la conciencia porque, en ella, el hombre también está influido por el mundo inferior, y el intelecto sólo trabaja para satisfacer las necesidades inspiradas por este mundo inferior Abandonando a sí mismo, el intelecto no puede trabajar por un ideal noble y generosos, sino sólo para aderezar los asuntos de la naturaleza inferior.
 
El intelecto no es suficiente para resolver los problemas de la existencia. Es capaz de reflexionar para darse cuenta de lo que sucede, pero no para encontrar una verdadera solución. Sus soluciones son siempre mediocres: obrar astutamente, timar a los demás, despojarles, destruirles para afirmarse a sí mismo. Por eso el intelecto todavía no es la inteligencia; es demasiado egoísta, demasiado limitado.
 
La verdadera inteligencia comienza cuando el hombre, habiendo aprendido a conectar su intelecto con el mundo superior de la supraconciencia, es capaz de dominar sus pensamientos y sus sentimientos utilizándolos en beneficio del mundo entero.
 
Todos los seres que han sabido trabajar  en este sentido han sido capaces de realizaciones sublimes; este es el caso de determinados filósofos, sabios o artistas, y especialmente de los Iniciados. A todos los demás, a los guerreros y a los conquistadores que devastaron el mundo, hay que olvidarlos, hay que borrarlos, con lo cual ciertamente, la historia no perdería gran cosa; hay que considerar tan sólo aquéllos que estaban en contacto con este mundo superior del que recibieron inspiración para el progreso de la humanidad.
 
Acordaos de lo siguiente: es normal que el hombre utilice su intelecto para acumular conocimientos que le permitan actuar sobre la materia; pero lo que debe inspirar su actividad es la voluntad de hacer descender las corrientes celestiales de la supraconciencia, de forma que el subconsciente quede limpio, purificado, y las fieras sean yuguladas. Sólo entonces el intelecto se convierte verdaderamente en inteligencia.
 
Fuente
La Vida Psíquica: Elementos y Estructuras
Omraam Mikhaël Aïvanhov